Por Alicia Toledo
Este 8 de marzo Uruguay vivió una fecha histórica, 300.000
mil personas se movilizaron en
Montevideo,
en varias ciudades del interior del país hubo marchas y concentraciones.
APU -Asociación de la Prensa Uruguaya- convocó a adherir al Paro Internacional
de Mujeres bajo la consigna “la solidaridad es nuestra arma”. La central sindical
uruguaya PIT-CNT decidió parar a partir de las 16 horas y este país se unió a
50 países del mundo que pararon reclamando igualdad de oportunidades entre
hombres y mujeres, y el fin de la
violencia machista. La Coordinadora de Colectivos Feministas del Uruguay denuncia
que en lo que va del año 8 mujeres murieron en manos de su pareja o ex pareja.
En Maldonado la
Dirección de Género de la Intendencia de Maldonado, en coordinación con la OSC
Zonta Punta del Este -Maldonado realizó talleres y actividades con referentes
de género de cada municipio. En Pan de Azúcar y Piriápolis, este 8 de marzo
hubo movilizaciones organizadas por colectivos de mujeres auto convocadas. En Piriápolis la marcha contó con la participación de más de 200
personas, en el trayecto de la Rambla de los Argentinos ocupó dos cuadras. En
la proclama reclamaron que la Unidad Especializada en Violencia de Género del
Ministerio del Interior, este abierta las 24 hora, cuente con personal
preparado sobre el área y que las denunciantes sean atendidas por policía
femenina y con mayor contención.
En mi forma de ver
esta marcha no fue “contra el hombre” sino contra la cultura machista, no es el
hombre como individuo sino una cultura generada en determinado momento. Esta
cultura hace que los varones – no todos-
ejerzan violencia no solo sobre las
mujeres, sino también sobre ellos mismos, esto se ve por ejemplo en los
encuentros deportivos donde son mayoría. A veces también se ve en la forma de
reaccionar, ante la falta de palabras: el golpe, ante la falta de argumento: el
insulto. Considero las mujeres hemos sido educadas para mediar, y que los
varones tiene que ir aprendiendo a resolver los conflictos sin violencia.
Nosotras hemos contribuido a que ellos mantengan ese estereotipo, los impulsamos
a que sean así, tenemos que empezar a cambiar esa forma de ver a los varones
como un ser que tiene que protegernos, y tiene más autoridad que nosotras para
“castigarnos” cuando nos portamos mal.
En la calle la violencia machista la vivimos cuando nos sentimos
incomodad pasando frente a un grupo de varones. El acoso callejero limita nuestra libertad de andar por los
espacios púbicos, y esta situación nos ha pasado a la mayoría de las mujeres. Las
palabras elogio hacia la apariencia personal son incomodas fuera del contexto
de la intimidad de una pareja. El miedo a sufrir una violación es otra forma
violencia que vivimos las mujeres, desde niñas, nos enseñan a cuidarnos y
sentimos que no tenemos el mismo derecho a estar en donde queríamos, libertad que si tienen los varones.
No todos, no todas, hay quienes ha sabido educar en el respeto al otro, en el dialogo, en la convivencia. Hay padres, hay madres, que comparten las
tareas del hogar, que enseñan a sus hijos a cuidar a un bebe, o que enseñan a
su hija a hacer deportes, a manejar. Este paro
valió la pena, reflexionamos en colectivo sobre
cómo cambiar el estado actual violencia opresora “por un mundo donde
seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”(Rosa de
Luxemburgo)
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